Artículo coordinado por Gregorio Varela-Moreiras. Facultad de Farmacia, Universidad CEU San Pablo, España. (Publicado en Revista Hospitalaria Septiembre 2013).
Hoy día, la comunidad médico-científica ya tiene perfectamente identificado los principales riesgos de mortalidad prematura en Europa, son siete, de los cuales seis están directamente relacionados con los estilos de vida, es decir, cuestiones como los hábitos alimenticios, un consumo de alcohol más bien desmedido, la inactividad física que ya empieza a observarse como una patología: el sedentarismo.
El estilo de vida sedentario, también conocido como inactivo es cada vez más común en la vida cotidiana de las actuales sociedades desarrolladas de Europa, aunque el volumen de población sedentaria más alta se presenta en los los países mediterráneos del sur.
Dichas sociedades desarrolladas están expuestas a nuevas tecnologías que orillan a sus habitantes a llevar ritmos de vida cuyos niveles de gasto energético son más bien bajos, sobre todo en los lapsos de tiempo libre o descanso, por ejemplo el tiempo que dedican a jugar vidoejuegos o navegar en internet, etc.
Según el especialista Gregorio Varela-Moreiras: “Recordemos que el comportamiento sedentario no es simplemente una menor actividad física, sino que corresponde a un conjunto de comportamientos individuales en los que el hecho de estar sentado y/o tumbado pasa a ser la postura predominante, al mismo tiempo que conlleva un gasto energético muy reducido. Por otro lado, los comportamientos sedentarios se presentan en muchos lugares y situaciones, trabajo, escuela, hogar, transporte o en el tiempo libre y de ocio. El problema es que numerosos estudios llevados a cabo en los últimos años han demostrado que el sedentarismo o la inactividad física suponen un factor de riesgo “per se” para el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas”.
Contrariamente, recientes estudios han demostrado que el llevar una vida con varias horas físicamente activas puede tener efectos benéficos a la salud, por ejemplo, disminuye el riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, previene padecimientos como la hipertensión arterial, diabetes de tipo 2 e incluso ciertos tipos de cáncer (entre los que se encuentran el de colon y mama); desde luego interviene para bien en los procesos metabólicos que regulan el peso corporal, optimizándolo (es decir evitando la acumulación de grasa) aportando fuerza y resistencia muscular.
No obstante y aún sabiendo lo anterior, la población en Europa registra actualmente un índice de constante aumento en sobrepeso y / u obesidad, fenómeno que empieza a preocupar a los sistemas de salud de los distintos gobiernos, a tal grado que sus funcionarios ya insisten en que el tema de la obesidad empiece a considerarse dentro de la agenda de políticas públicas.
¿Pero como definir la obesidad actualmente, si ya nos referimos a ella como una problema de salud pública?
Bien, la Agencia Española de Seguridad Española y Nutrición define a la obesidad como “un factor de riesgo de enfermedades caracterizado por un acúmulo excesivo de grasa, y por tanto conduce a una composición corporal cuyo contenido graso supera un estándar prefijado según altura, edad y sexo. En población adulta se tipifica como obesidad la presencia de un Índice de Masa Corporal (IMC) con un valor igual o superior a 30 kg/m2 (sobrepeso con valores superiores a 27), mientras que en población infantil se utilizan como referencia las curvas de IMC específicas para la edad y el sexo, el protocolo indica que si se excede en un 95% del IMC ya se puede establecer un diagnóstico clínico de obesidad infantil”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en conjunto con la Comisión Europea (en las que se han involucrado autoridades a nivel europeo, nacional, regional y local) ya han establecido múltiples mesas en las que mediantes intercambios de ideas y experiencias, inclusos acalorados debates, buscan llegar a un enfoque integrado que ayude a plantear direcciones para resolver el problema de la obesidad en el mediano y largo plazo. Dicho esfuerzo internacional ha dado primeros e importantes resultados. A principios de julio de este año, dentro de la Conferencia Ministerial que se llevó a cabo en Viena y como conclusión del abordaje del programa “Health 2020”, se promulgó la Declaración de Viena sobre Nutrición y Enfermedades No Transmisibles que la OMS en donde una de las conclusiones más contundentes es la reafirmación de que en el problema de la obesidad es indispensable abordarlo desde un esquema multidisciplinar o multifactorial.
Y es que en dichas mesas los especialistas pudieron percatarse, mediante evidencias científicas, que los tratamientos actuales que se aplican a la población que intenta revertir su problema de sobrepeso y / u obesidad son en la mayoría de los casos fallidos, ya que no hay un acertada, pero sobretodo sencilla intervención nutricional sobre los pacientes, de fácil comprensión, en parte debido a que el personal encargado de atender a los pacientes no cuenta con la capacitación suficiente para prescribir un tratamiento que combine educación alimentaria y terapéutica, lo que ocasiona que los pacientes no sigan los tratamientos al pie de la letra, por lo mismo, no ven una reducción de peso significativo. Sin tomar en cuenta que no hay mucha intervención especialista en cuanto soporte psicológico, cuando de acuerdo a la evidencia mostrada en la Conferencia Ministerial de Viena, la importancia global del aspecto psicológico en la obesidad es de aproximadamente un 30% que se manifiesta en forma de alteraciones del comportamiento alimenticio.
Eso sin contar que en el ámbito farmacológico, aún no se cuentan con medicinas cien por ciento efectivas y exentas de efectos secundarios.
Es por ello que tanto la OMS como la Directorate General for Health & Consumers de la Comisión Europea entre autoridades involucradas en el ámbito de la salud pública así como del desarrollo científico y académico, están de acuerdo en que se debe reforzar a manera de objetivo fundamental abordar tanto los problemas sobrepeso y obesidad como sedentarismo desde la perspectiva de un programa multifactorial, con implicación de todos los actores y sectores con alguna responsabilidad
“Estas estrategias deben contemplar un amplio abanico de medidas y propuestas, encaminadas a una más correcta elección de la alimentación, así como la práctica regular de
actividad física; potenciar la creación de entornos proactivos, desde la familia hasta el ámbito escolar y comunitario, que favorezcan la adopción de hábitos de alimentación y actividad física correctos o adecuados, mediante programas consensuados y evaluables basados en la mejor evidencia disponible y en estudios locales, poniendo un especial acento en la recuperación y conservación de nuestro Patrimonio Inmaterial de la Humanidad: la Dieta Mediterránea, como filosofía global de calidad de vida. Existe abundante evidencia epidemiológica que sostiene los efectos beneficiosos para la salud de un Estilo de Vida Mediterráneo (EVM). Aunque la evidencia no es concluyente, sí se sugiere de manera clara un efecto protector de la llamada Dieta Mediterránea, entendida como una auténtica filosofía de vida, sobre el sobrepeso y la obesidad y un mayor grado de vida activa. Nuestro sustrato cultural y antropológico precedente favorecería la aceptación de prácticas de consumo alimentario y estilo de vida que resultan familiares a pesar de que las tendencias recientes hayan impulsado su abandono” explica el investigador Gregorio Varela-Moreiras.