Por María Luisa Málaga, directora ejecutiva de ABRESA
En la actualidad, la gestión de residuos sólidos se presenta como un gran desafío para el país. Si bien hay un trabajo sólido y sostenido desde las empresas, lograr una implementación exitosa con resultados progresivos y alentadores requiere del compromiso de todos los actores de la cadena con funciones y responsabilidades claramente definidos.
En ese contexto, la implementación de herramientas que fomenten la participación de la población en la gestión adecuada de residuos, promoviendo la educación ambiental y procurando en todo momento el desarrollo sostenible e integral de los residuos, será fundamental. Esto solo podrá lograrse si se trabaja a nivel masivo en una perspectiva de economía circular en la que un residuo se convierta en un recurso. Este cambio de mentalidad será esencial y la educación ambiental será clave para fortalecerla.
Una buena educación ambiental debería estructurarse sobre la base de metodologías estandarizadas de segregación y recojo de residuos sólidos. El Minam, en su calidad de ente rector del sistema, es el llamado a lograr esta estandarización en un trabajo coordinado con las municipalidades. La minimización de la generación de los residuos, su valorización y la promoción del reciclaje requieren de políticas de educación. Sin una guía adecuada, orientación e incentivos para la correcta separación y disposición de residuos en nuestros hogares, los sistemas de recolección encontrarán dificultades para alcanzar sus metas acarreando, incluso, gastos mayores asociados con su organización y separación.
Por este motivo, la unidad de criterios e iniciativas participativas que convoquen a la reflexión y ofrezcan información para la acción individual y colectiva permitirán entender la importancia de que determinados residuos segregados regresen al sistema productivo en condiciones para su reutilización, reciclaje y reincorporación al ciclo de producción, completando el círculo virtuoso de la real economía circular.
Otro factor relevante dentro de un esquema integral de educación ambiental será el impacto positivo de la transformación de residuos en la vida de los recicladores. Cambiar la percepción frente a su trabajo, reconociendo su contribución esencial a la sostenibilidad y las oportunidades no solo fortalecería el sistema de gestión de residuos, sino que además reforzaría el compromiso ciudadano.
La educación ambiental es una herramienta poderosa para cambiar nuestra relación con los residuos. Construirla sobre la base de una gestión efectiva de estos es un esfuerzo conjunto que concierne a todos: sector público, privado, académico y la sociedad civil en su conjunto. Integrar en nuestras vidas a los sistemas estandarizados nos llevará hacia una sociedad más circular. Es responsabilidad de todos trabajar para alcanzar estos objetivos y avanzar con paso firme hacia una gestión de residuos más sostenible.
Columna publicada en El Peruano